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EL PRIMITIVO, LA VAGINA Y LA MUJER
(La horma justa para su zapato)

Su política es muy sencilla,
la deja en el frío en busca de calor,
la recuerda fría, olvida su calor.
La deja en el olvido, la recuerda en el rencor.

Él es primitivo,
es la bruma de la libido adolescente llegando a la tercera edad.
Busca emoción y se llena de esperanza,
cree en el rejuvenecimiento del amor,
que no es amor, sino, más bien, paraíso terrenal.
Piensa en él mismo y en lo bueno de la otra,
en que la otra no se niega, es casi celestial.

Él se miente y miente, y piensa que eso es vida.
Mientras, ella llora un mar sin oleajes,
un mar muerto, y la ambivalencia de no ser como la otra,
de no ser la otra, de haberse negado alguna vez,
alguna noche en su arribo bajo las sabanas gordas,
tras alguna reunión de padres: por el hijo, y por los padres.

Ahora ella está derribada, él rejuvenecido,
y la otra, como anillo al dedo... el zapato justo para su montaña.