Esta página y todo su contenido es parte del blog Effýmia

Página 6

DESPERTAR

Acabo de despertar de un sueño, me levanté con la angustia de que fuese real. Real, algo tan imposible, tan infantil. ¿Por qué yo, la racionalista, aún sueña? Soñé con que mi familia era otra. Sólo reconocía a mi mamá, que era mi madre. No había padre, ni papá, ni nada por el estilo. Sólo había una hermana y un hermano más pequeños que yo. Íbamos los cuatro a una exposición en un museo muy concurrido. Yo veía correr de vez en cuando de un lado al otro a mis hermanos, pero estaba más pendiente de tratar de robar sutilmente una cabeza que no entraba en mi morral.
En un momento viene mi mamá a decirme que mi hermano violó a mi hermana al punto de matarla, y que mi hermano se iría a vivir con otra mujer, que viviría una vida sin dificultades, como si fuese común ser un destructor y seguir viviendo como si nada.
Mi madre se quedaba en la exposición, viendo el desastre y las artes. Yo, sin mi cabeza, volvía a casa.
Desperté como si todo eso fuese real, como si realmente esa familia fuese la mía. Y pensé: ¿Cómo haré para vivir en esta casa tan vacía?
Yo, la racionalista, despierto tres minutos más tarde y me consuelo. Me digo: “No te angusties, querida, ya te vas a mudar.”